La Unión Europea está inmersa en un año decisivo para conjurar algunas de las amenazas que la han llevado al declive. La confianza de los europeos en sus gobiernos y en las instituciones comunitarias no ha dejado de caer en los últimos seis años. Solo uno de cada tres europeos aún cree en las instituciones de Bruselas. Los partidos tradicionales han perdido apoyo electoral a lo largo y ancho de la UE. La desconfianza Norte-Sur o la fractura franco-alemana no remiten. La crisis ha dejado una Europa de desequilibrios y liderazgos mediocres que ha abonado el terreno para nuevas fuerzas radicales, populistas o extremistas, fortalecidas con el discurso del repliegue nacional, el euroescepticismo, la crítica a la inmigración, y el apoyo de las clases más castigadas por la crisis y las políticas de austeridad. La Eurocámara se ha convertido en un microcosmos de esta UE llena de contradicciones, pero menos de la mitad de los europeos (un 43 por cien) decidió votar en 2009 para elegir a los eurodiputados que ejercerían de único contrapeso institucional a las medidas políticas y económicas que los gobiernos han impuesto durante la crisis.
Estas son las primeras elecciones europeas desde la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, así que entre el 22 y el 25 de mayo se elegirán los diputados que ocuparán el Parlamento Europeo con más poder de su historia. Una cámara débil o bajo presión de fuerzas populistas alimentaría los argumentos de aquellas capitales que recelan del poder de Bruselas. De este resultado, y de la interpretación posterior que hagan los jefes de Estado y de gobierno de los Veintiocho, que deberán renovar el liderazgo político de todas las instituciones comunitarias, depende que estas lecciones puedan marcar un antes y un después en la crisis política que atenaza la Unión….