El dilema: 600 días de vértigo
“Hay dilemas en los que no existe alternativa, salvo en términos teóricos.” José Luis Rodríguez Zapatero aprieta los dientes y hace lo que los mercados y Bruselas le exigen: decretar el –por aquel entonces– mayor recorte social en la historia de la democracia española. “Lo creí mi deber. Lo hice con convicción.” Esto es, con la convicción de que un rescate por la troika que componen el BCE, la Comisión Europea, y el FMI hubiese sido aún peor para la economía española. Porque la impresión que se desprende del reciente libro del ex-presidente es que aceptó esta primera ronda de austeridad como un mal menor e inevitable. El Zapatero que escribe El dilema: 600 días de vértigo parece consciente de que las medidas se interpretarán como una traición a sus votantes y partido; que con ellas está sentenciando al PSOE a una previsible derrota electoral, y que el camino a la recuperación económica es otro.
Se impuso el paradigma de Thatcher, y la austeridad devino dogma.El problema de esta decisión es que, lejos de ser puntual y reversible, constituyó la punta del iceberg de un extenso programa de recortes. Un programa que se ha acelerado durante el gobierno de Mariano Rajoy, amenazando los pilares básicos del Estado del bienestar español. El país que saldrá del otro lado de la crisis se anuncia desagradable: más desigual, mezquino con los más necesitados y retrógrado hasta extremos insospechados. Una España fiel a sus esencias: la del esperpento valleinclanesco y los caprichos de Goya.
Por eso sorprende que el primer paso en esta dirección no se tomara tras una reflexión prolongada, sino como un acto reflejo ante la presión que ejercían mercados y gobiernos sobre el gobierno de España. A comienzos de mayo de 2010, la prima de riesgo española se mantiene en un ahora envidiable 94. En la siguiente semana se dispara hasta el 149, ejerciendo sobre la economía y el gobierno españoles una presión tan brutal como inesperada. El detonante es un bulo que afirma que España pedirá a Bruselas un rescate de 280.000 millones de euros. La consecuencias inmediatas, el desplome del IBEX 35, la caída de la calificación de deuda española, y una presión creciente –por parte de medios de comunicación como el Financial Times y el New York Times, instituciones como el FMI y el BCE, o dirigentes como Joe Biden, y Angela Merkel– para que el gobierno español siga al griego en la senda de la austeridad.
La descripción de los meses que transcurren entre el inicio de la crisis griega y los primeros recortes en España es sin duda el punto fuerte de este libro. Proporciona un retrato espeluznante de los vaivenes anímicos de los mercados de deuda, capaces de liquidar la solvencia de un país en un arrebato de pesimismo injustificado. Contiene críticas pertinentes del papel desempeñado por Finlandia, Holanda, y la Alemania de Merkel, que propiciaron un efecto contagio en la periferia de la Zona euro al negarse a proporcionar a Grecia un verdadero rescate (los que han tenido lugar se ofrecen a cambio del desguace del Estado del bienestar heleno). Al de una oposición que, a pesar de haberse mostrado crítica con los planes de estímulo económicos, se negó a apoyar los recortes en un cálculo político oportunista (la votación en el Congreso de los Diputados se aprobó con un margen de un solo voto). A un BCE mal diseñado, que se limita a contener la inflación y exigir recortes (entre los atractivos del libro se encuentra la publicación de la carta que mandó Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, a Miguel Ángel Fernández Ordóñez).
A pesar de los fallos en el diseño de la moneda única, que se han hecho patentes a lo largo del último lustro, Zapatero condiciona sus críticas a las instituciones de la UE. Es su europeísmo, unido a la certeza de que un rescate únicamente empeoraría la situación, lo que le resigna a aplicar políticas de austeridad: “siempre he creído que la ultima ratio europeísta tenía que estar presente en este difícil proceso.”
Pocas secciones del libro son tan poderosas como la inicial. Algunas incurren en la autojustificación de una segunda legislatura que, al menos de puertas para afuera, siempre causó la impresión de haber sido pillada a traspié por la crisis. De no haber sido capaz de anticiparla y de carecer de iniciativa para plantarle cara. De estar constantemente improvisando –aunque no parece que el actual gobierno, que tan duramente criticó esta actitud desde la oposición, haya adoptado una actitud distinta.
Tal vez este tipo de fallos sean inevitables cuando el que escribe es un ex-presidente. Y al menos Zapatero se muestra respetuoso con sus adversarios políticos, haciendo gala de ese talante tan frecuentemente denostado como buenismo. En realidad su actitud es agradable en comparación con la actitud de crispación constante que caracteriza a otros expresidentes españoles (huelga especificar). Y en balance El dilema es un libro esclarecedor, recomendable para cualquier lector interesado en el desarrollo de la crisis de deuda soberana en la Zona euro.