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Crisis, España, la eurozona

Carta a los lectores
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Cualesquiera que sean las palabras elegidas para describir los orígenes de la crisis –especulación, desregulación, supervisión fallida– siempre quedan posos de ambigüedad e incertidumbre. Sí son identificables sus efectos: explosión del endeudamiento y contracción de la economía que, juntos, han provocado una enorme desigualdad en la distribución de la renta. Endeudamiento: el volumen de crédito casi ha triplicado el tamaño del PIB global o nacional, pero el crédito dirigido al crecimiento de la producción y el empleo apenas ha llegado al 15 por cien del total. Una proporción más que modesta para proyectos e iniciativas de inversión productiva sin las que no hay empleo. Un 85 por cien de ese crédito se dirigió al inmobiliario y a la protección de los propios productos financieros, también a las familias, pero siempre con la finalidad de seguir rotando el ciclo de la gran exuberancia. Consecuencias después del fin de la ilusión: en el segundo trimestre de 2013, el PIB de la eurozona es un 13 por cien inferior al que se estimaba antes de la burbuja; en Estados Unidos el 95 por cien de las ganancias obtenidas en su recuperación ha ido al uno por cien de los más ricos.

En la eurozona se han registrado continuas caídas del PIB, desde el 7,5 de España hasta el 23,4 por cien de Grecia. La esperanza estaba en Alemania y su demanda interna, pero había que esperar el resultado de las elecciones. Atención, advertía el filósofo Émile Cioran: Alemania ya fracasó en Europa con su imperialismo obtuso, fruto de una ideología hostil a los valores surgidos del Renacimiento y la Ilustra ción. Alemania ha aprendido del pasado y con una economía que representa un tercio del valor de la producción de la eurozona, su responsabilidad frente a Europa debe superar cualquier visión tribal.

Con…

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