Estados Unidos, potencia sin rival en el tablero geopolítico del ciberespacio, ha construido a través de la Agencia Nacional de Seguridad un sistema de espionaje a aliados y enemigos.
La Agencia Nacional de Seguridad (NSA, en sus siglas en inglés) es una organización de inteligencia criptológica fundada en 1952 para apoyar al departamento de Defensa de Estados Unidos. Constituida a raíz de las demoledoras conclusiones de la Comisión Brownell –que alertaba de la incapacidad del país para interceptar las comunicaciones cifradas del bloque oriental, lo que había impedido prever el bloqueo de Berlín, anticipar el comienzo de la guerra de Corea o conocer las actividades de los contendientes durante el conflicto–, reemplazó a la efímera Agencia de Seguridad de las Fuerzas Armadas, creada cuatro años antes para coordinar las actividades de inteligencia electrónica y de comunicaciones del país.
Considerada como alto secreto, en sus comienzos, la NSA experimentó un crecimiento sin precedentes hasta superar los 80.000 efectivos a finales de la década de los sesenta. Sin embargo, esta consolidación institucional no solo incrementó la ineficiencia operativa que había motivado su nacimiento, sino que además creó un gigante burocrático que lastraría su eficacia hasta el comienzo de la guerra contra el terror a partir de 2001.
A mediados de los años setenta, la existencia de la NSA se hizo pública a raíz de la Comisión Rockefeller, impulsada por el Congreso para investigar las actividades de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en EE UU. Al descubrir tanto los nexos de unión entre la CIA y la NSA como el espionaje sistemático de esta última sobre las comunicaciones de ciudadanos estadounidenses y extranjeros en suelo americano, el director de la NSA se vio forzado a declarar ante el Congreso y desvelar…