La crisis financiera global ha dado paso a un fenómeno sin precedentes: los mercados desempeñan un papel protagonista en el desplome de los gobiernos, sin legitimidad ante los ciudadanos, en una variante de los golpes de Estado como forma de conquista de poder.
A principios de los años treinta, el escritor italiano Curzio Malaparte publicó Técnica del golpe de Estado, en el que planteaba la acción insurreccional como el mecanismo moderno para la toma del poder. Entre los ejemplos históricos que Malaparte trae a colación para cimentar su tesis se encuentra la diferencia entre Lenin y Trotski, en el marco de la Revolución bolchevique de 1917. Mientras el primero es visto por Malaparte como un gran estratega, el segundo es acreditado como un magnífico táctico, y como quien en realidad hizo posible el triunfo del movimiento revolucionario mediante la aplicación de la técnica insurreccional. Otros casos presentados por el escritor italiano, como los de la experiencia polaca de los años veinte; el del 18 Brumario de Luis Bonaparte; o los de Primo de Rivera, Mussolini y Hitler, giran siempre en torno al criterio de que la técnica exitosa del golpe de Estado moderno consiste en la puesta en ejecución de un movimiento insurreccional.
A finales de los años setenta, se publicó un trabajo solicitado por la Comisión Trilateral, titulado “Crisis de la democracia. Informe sobre la gobernabilidad de las democracias”, escrito por tres destacados analistas políticos: Michel J. Crozier, Samuel P. Huntington y Joji Watanuki. En ese informe, referido al estado de la democracia en Europa, Estados Unidos y Japón, se argumentaba, entre otros factores, que dichas democracias se habían convertido en ingobernables; que había una sobrecarga de demandas sociales, lo cual incrementaba las tensiones; un modelo burocrático con falta de consenso…