El país se encuentra ante el desafío, inherente a la apertura del espacio público y a la democracia, de aunar los derechos adquiridos del pasado con los valores de la revolución.
El periodo que vivimos hoy en Túnez representa ante todo un ajuste institucional que transfiere a los ciudadanos una soberanía antaño confiscada por el jefe de Estado y su entorno.
Pero esta situación resulta muy difícil de manejar en la medida en que estos ciudadanos todavía no se han expresado a través de las urnas. Mientras esperan las elecciones por las que se nombrará una Asamblea Constituyente, se conforman con reiterar su voluntad de romper con el pasado.
Durante este periodo de transición, se supone que el poder pasará de una instancia de dominación a una instancia de legitimidad. Sin embargo, este cambio no solo es institucional, sino que también es simbólico.
Los tunecinos que han llevado a cabo la revolución están convencidos de que poseen la soberanía y piensan que el poder no puede ejercerse sin su beneplácito. Esta es la representación de la democracia que predomina hoy en día. Los ciudadanos unidos que se movilizaron para obligar a un dictador a marcharse se convierten en sujetos y actores de la vida política…