Nadie está satisfecho con las políticas de combate a las drogas aplicadas por EE UU en los últimos 40 años. Pese a que la mayoría de los estadounidenses cree que la ‘guerra contra las drogas’ ha fracasado, el debate en Washington permanece prácticamente mudo.
Nadie ha descubierto aún cómo medir con objetividad el éxito o el fracaso de las políticas nacionales de control de drogas (o incluso lo que significa el éxito o el fracaso en la práctica). Sin embargo, la mayoría cree en la actualidad que la “guerra contra las drogas” llevada a cabo por Estados Unidos ha fracasado. Los latinoamericanos llevan mucho tiempo criticando las políticas antidroga de Washington y tienden a culpar al consumo de drogas ilegales en EE UU de la escalada del crimen y la violencia en sus países.
Lo que nos dicen las pruebas de las que disponemos es que, en las dos últimas décadas, las políticas antidroga de EE UU –centradas en la erradicación de la producción, el combate al tráfico y al consumo, y que castigan a los implicados en cualquiera de estas actividades– no han servido para paliar los problemas a los que debían hacer frente. Aunque el uso de drogas ilegales se ha reducido drásticamente respecto a su máximo histórico a finales de los años setenta y principios de los ochenta, el suministro y consumo en EE UU ha permanecido prácticamente constante desde 1990. En todo el mundo, los problemas relacionados con las drogas, como el crimen organizado, la violencia y la corrupción, se han convertido en una amenaza cada vez más grave.
De hecho, el argumento central del brillante informe recientemente publicado por la Comisión Global de Políticas de Drogas –integrada, entre otros, por Fernando Henrique Cardoso, Ernesto Zedillo, Cesar Gaviria, Kofi Annan, Javier Solana, George Shultz y…