Alemania y Francia vuelven al centro de Europa. La más fuerte capacidad de tracción viene de Alemania. Pero Alemania prefiere no separarse de Francia en los años críticos que Europa atraviesa. Dedicamos la parte central del número a este asunto.
El llamado eje franco-alemán vive hoy apoyado por tres economías de la zona euro: Holanda, Austria y Finlandia. Alemania creció en 2010 al 3,6 por cien, Francia al dos, lo mismo que Austria y Holanda. Finlandia al 3,1. En el polo opuesto, hay tres países aquejados de distintos males, Portugal, Irlanda y Grecia. Portugal, economía solvente pero debilitada por la crisis, en nada se parece a la especulativa Irlanda o a la desordenada Grecia.
Esto es, digámoslo así, el piso primero del problema. Pero el edificio se apoya en sus cimientos. El piso bajo determina casi todo: muchas veces pesa más que el piso primero, el de la política del día a día. Sin administración, estructuras probadas y partidos solventes, no hay viabilidad ni continuidad. El piso bajo debe garantizar el pacto en que se apoya todo Estado o grupo de Estados, además de las opciones troncales, sociales y culturales: leyendo a Jochen Thies se aprende sobre el terror de los alemanes a la fractura cultural de 1933, que desembocaría en el Holocausto.
Con estas palabras comienza el artículo de Thies: “Adolf Hitler dejó a los alemanes solos en el mundo”. E insiste después: la historia no desaparece.
Hoy parece claro que una gran parte de Alemania se abstuvo de intervenir. Y no tenía derecho a no ver lo que ocurría ante sus ojos mientras se asesinaba a más de seis millones de judíos. El deber es inesquivable cuando el asesino actúa ante nosotros. Ese deber de jugarse la propia vida es la razón última de la dignidad del ser…