El entusiasmo transformador del G-20 en los primeros momentos de la crisis se ha desvanecido sin ninguna reforma fundamental del sistema financiero. ¿Supone el G-20 una nueva distribución de poder? ¿Cómo lograr una gobernanza mundial más inclusiva y democrática?
La actual crisis financiera internacional, y su rápido contagio a las regiones emergentes y en desarrollo, ha dejado claro los riesgos de un proceso de globalización e integración económica con graves carencias de regulación, supervisión y gobierno. Esta situación pone de manifiesto la necesidad de rediseñar y poner en pie la estructura y funciones de un verdadero sistema de gobernanza económica mundial, dotándole de mayor legitimidad y capacidad para responder de una forma más coherente y eficaz a los retos que la globalización exige y que además permita una distribución más equitativa de los beneficios y de las responsabilidades asociadas al proceso de globalización en curso.
Dentro de la globalización económica que ha experimentado el planeta en los últimos 30 años, se puede decir que es en el ámbito de las finanzas donde más se ha profundizado. Una característica inherente a la globalización financiera es la creciente inestabilidad del sistema financiero internacional, el cual, debido a su alto grado de integración, tiende a producir crisis que se extienden rápidamente por los mercados, provocando altos costes económicos y sociales. Por ello, la gobernanza de la globalización financiera aparece como uno de los puntos más urgentes y prioritarios para la comunidad internacional.
Ahora bien, el sistema financiero internacional carece de organismos capaces de establecer y hacer cumplir las normas prudenciales, de la misma manera que ocurre a nivel nacional con los bancos centrales, las comisiones reguladoras de los mercados de valores, los tribunales comerciales, los seguros de depósitos, etcétera.
La crisis internacional es una oportunidad para cambiar la naturaleza y estilo de gobernanza…