Hemos resumido en nuestra portada el panorama general en que habrá de desarrollarse la política exterior española, a lo largo de 1993: América despega, Europa duda, África se hunde. Se trata de una fórmula excesivamente sumaria, pero creemos que refleja la situación real cuando se acerca el final del año.
Desde la fundación de esta revista hemos sostenido que no existía alternativa viable a la Comunidad Europea en construcción. En sus seis años de existencia, la revista se ha centrado en el estudio de los problemas, nunca en la adopción de posiciones partidarias: hemos buscado siempre la pluralidad en los enfoques y hemos tratado de ser imparciales, aunque la neutralidad resulte imposible en muy contados casos. Pensamos que el estancamiento de la CE, en plena crisis del Este, sería uno de los más graves fracasos de la historia de Europa.
Por esa misma razón, hemos seguido con precaución ese integracionismo uniformador, predicado desde algunas instancias de la Comisión Europea, con daño notorio para el proyecto de unión. El desacuerdo entre quienes quieren preservar los Estados actuales y quienes aspiran, en el largo plazo, a un solo Estado, es el origen del cisma doctrinal. Cisma inútil, ajeno a la realidad de este siglo y posiblemente del próximo; aunque peligroso por su capacidad de erosionar las bases de la Comunidad. A la polémica doctrinal hay que añadir dos elementos que han caracterizado el año 1992: la desaceleración de las economías europeas y la amenaza de descomposición en el Este, en el que las matanzas de la ex Yugoslavia podrían ser sólo el primer paso.
Dos jefes de Gobierno reflexionan en estas páginas sobre la situación de Europa. Recibimos el texto del presidente español el 30 de septiembre cuando nuestro último número sobre el Tratado de Maastricht estaba ya en los quioscos. Nos…