El resultado de las elecciones generales del 25 de enero en la Alemania federalha dado seguridades globalmente. La Democracia Cristiana CDU-CSU sigue siendo el partido más fuerte. Helmut Kohl conserva el puesto de canciller. Pero éste ha sido subvalorado por un electorado distraído. La CDU-CSU ha dado ochocientos mil votos a los liberales, y ochocientos mil de sus votantes tradicionales no han acudido a las urnas.
El resultado no es satisfactorio. El acrecentado poder de negociación del Partido Liberal FDP en el seno de la coalición gubernamental con la CDU-CSU ha provocado una transferencia de poder en favor de esta pequeña formación sobreestimada por el electorado. Tal formación debe más su existencia a una vacilación de los electores ante la dificultad de escoger que a una corriente de opinión.
Aprovechándose de esta circunstancia propicia, testimonio de una democracia adormecida, el FDP y su inaprehensible mascarón de proa Hans- Dietrich Genscher, reelegido vicecanciller y ministro de Asuntos Exteriores, van a jugar un papel decisivo. Un 9 por 100 de indecisos, estetas e intelectuales a la busca de su “yo” tendrán más peso en cuanto al porvenir de Alemania y de Europa que el 44 por 100 de valientes ciudadanos cristianodemócratas, gracias a un sistema electoral demasiado sofisticado.
A la izquierda, el Partido Socialdemócrata SPD de Willy Brandt, conducido a la pugna por Johannes Rau, ha cedido terreno a los Verdes. Contrariamente a las predicciones hechas para asegurarnos, los socialistas no han absorbido a los Verdes en el transcurso de los diez últimos anos. Son los Verdes quienes están royendo al SPD.
Este último partido parece condenado definitivamente a no franquear más la barrera del 40 por 100. Los Verdes consolidan sus posiciones un poco por todas partes, casi en igualdad con los liberales en el plano nacional,…