Innecesario, por conocido, recordar aquí la secuencia de acontecimientos que la invasión iraquí de Kuwait desata a partir del dos de agosto pasado. Puede ser útil sin embargo anotar que es la primera vez, desde la II GM, que un país se anexiona otro; que se trata de la primera crisis internacional en la nueva situación de postguerra fría; y también, que la última vez en que barcos de guerra españoles participaron en una operación internacional de embargo, fue hace casi un siglo. Dicho sea, todo esto para destacar, no tanto la gravedad de la crisis, sino su complejidad y la escasa experiencia que, como país, tenemos en lides semejantes.
De aquí que mi primera reflexión sea para manifestar la impresión que me causan algunas de las cosas que se escriben estos días. A juzgar por la rotundidad con que se emiten algunos juicios contra lo que ha hecho el Gobierno y la total ausencia de incertidumbres a la hora de señalar lo que debería hacerse, uno diría que tenemos en nuestro país un grupo de personas que parece haberse pasado la vida gestionando crisis internacionales, para quienes la política del Próximo y Medio Oriente no tiene secretos, y que poseen una especial intuición para situarse correctamente en los conflictos internacionales.
Claro está que un grupo tan especial es por fuerza pequeño y además no se puede esperar que sus puntos de vista resulten convincentes para la gran mayoría. Yo mismo tengo que reconocer que, pese a la impresión que me causan, no me han convencido. He dedicado algún tiempo a desmenuzar sus razones. En principio esto no es fácil pues uno encuentra que en un párrafo se proclama la sacrosanta intangibilidad de las fronteras y en el siguiente se explica la artificialidad e injusticia, por su origen colonial, de…