Esta semana en Informe Semanal de Política Exterior: sociedad de la información.
En China, decenas de miles de censores bloquean sistemáticamente las páginas de Facebook, Youtube o del New York Times, mientras ignoran por completo las webs dedicadas a la venta de drogas ilegales o armas. El régimen chino parece considerar más peligroso a un ciudadano que dispone de información libre que de armas de fuego. China tiene 538 millones de usuarios de Internet, el doble que Estados Unidos, pero sus movimientos en la red están sometidos a una estricta vigilancia.
En diciembre, las autoridades ordenaron que todos los usuarios de Sina Weibo, la versión china de Twitter, deben registrarse con sus nombres verdaderos para poder leer o escribir mensajes. Desde ahora, solo podrán conectarse a la red quienes provean a los servidores una larga serie de datos personales. Por su parte, las compañías de Internet tendrán que responsabilizarse de borrar contenidos “inapropiados”, de los que además deberán informar a las autoridades. La policía, a su vez, detiene periódicamente a internautas que han publicado comentarios políticamente “sensibles”, un concepto muy amplio que comprende, desde promover un sistema multipartidista a denunciar casos de corrupción de funcionarios.
Con esos antecedentes, no es extraño que la reciente conferencia de la Unión Internacional de las Telecomunicaciones (UIT) de la ONU, que agrupa a 193 países, reunida en Dubai para actualizar el tratado global de las telecomunicaciones de 1988, terminara en un sonado fracaso después de que EE UU y 54 países más, entre ellos todos los de la Unión Europea, se negaran a firmar una resolución auspiciada por Rusia, China, Irán y varios países árabes, que reclamaban una mayor regulación de Internet. El tratado fundacional de la UIT, que regula aspectos técnicos como la conexión de las redes telefónicas nacionales, es legalmente vinculante para sus miembros.
El secretario general de la UIT, Hamadoun Touré, sostuvo que los cambios en el tratado solo pretendían reforzar la “ciberseguridad” y no regular los contenidos de las telecomunicaciones. Sin embargo, el nuevo texto aprobado cambia la definición de los alcances y autoridad de la UIT, creando una clase de entidades que podrían quedar bajo su jurisdicción, entre ellos los servidores, las redes informáticas privadas e incluso las gubernamentales.
Dado que el bloque de países liderados por Washington rehusaron ampliar los poderes de la UIT, 89 países aprobaron los cambios del tratado, que entrará en vigor en 2015 en los países que votaron a favor.
Con ello, la red mundial –que incluye 40.000 redes gestionadas de forma privada y 425.000 rutas globales ajenas a las fronteras nacionales–, quedará partida en dos por una “cortina de hierro” digital. Internet conecta hoy a 2.200 millones de personas y cada día se suman 500.000 nuevos usuarios. Solo en los países del G-20, la economía de Internet moverá 4,2 billones de dólares en 2016.
En la primera escaramuza en Dubai de una guerra fría digital que se anticipa larga, la UIT tampoco pudo aprobar la creación de un organismo alternativo a la Internet Corporation for Assigned Names and Numbers (Icann), la entidad independiente encargada de asignar los nombres y dominios en Internet.
Algunos de los objetivos proclamados por la UIT son legítimos, entre ellos el desarrollo de las redes en los países en desarrrollo. Pero los países democráticos consideran innegociable el actual modelo descentralizado.
Las diferencias son irreconciliables. A medida que ha ido creciendo la importancia social, económica y política de Internet, han aumentado los esfuerzos de los gobiernos autoritarios para controlarla. Los anfitriones de la conferencia de la UIT, Emiratos Árabes Unidos, no han ocultado su preocupación tras el papel jugado por Internet en la gestación de la “primavera árabe”. Las últimas medidas chinas para ejercer un mayor control sobre los contenidos de la red, adoptadas por Pekín nada más terminar la reunión de Dubai, confirmaron las suspicacias del bloque democrático.
Para más información:
The Economist, «Internet regulation: A digital cold war?». Artículo, diciembre 2012.
L. Gordon Crovizt, «America’s First Big Digital Defeat». The Wall Street Journal, diciembre 2012.