Los británicos tienen una cita con las urnas este 5 de mayo de 2011, cuando se celebran elecciones municipales en una buena parte del país, a lo que hay que sumar la renovación de los parlamentos autónomos de Escocia, Gales e Irlanda del Norte. Sin embargo, lo más significativo es que los británicos acudan a las urnas para decidir sobre su sistema electoral, en un referéndum histórico donde se plantea la posibilidad de adoptar un nuevo sistema de voto, el llamado voto alternativo.
El actual sistema británico es el denominado de mayoría relativa pura, también conocido como “el ganador se lo lleva todo”. El candidato más votado en cada circunscripción, independientemente de que haya obtenido o no la mayoría de los votos, se lleva el escaño, es decir, todos los votos pasan a su casillero. Las ventajas para los partidos de amplia base, como el Partido Conservador, liderado por David Cameron, o el Partido Laborista, donde manda Edward Miliband, son evidentes.
De los 650 diputados del parlamento británico, 433 han sido elegidos sin la mayoría absoluta de los votos. El actual sistema divide el parlamento entre el norte laborista y el sur conservador, cuando la realidad indica que el voto es más fragmentado. Debido a esta fragmentación, el sistema de mayoría relativa otorga mayorías absolutas con un bajo porcentaje del voto, penalizando a los que, como los liberales, cuentan con un voto muy fragmentado geográficamente.
El sistema del voto alternativo busca subsanar esas diferencias entre el porcentaje de votos y escaños. En lugar de indicar simplemente a su candidato favorito, los electores colocan a los candidatos por orden de preferencias: marcan uno para su primera elección, dos para su segunda opción, tres para la tercera, etcétera. Como sucede en el sistema actual, el candidato que obtiene una mayoría absoluta de los votos es inmediatamente elegido. Sin embargo, si ningún candidato alcanza una mayoría absoluta, el candidato con el menor número de primeras preferencias es “eliminado” del escrutinio y se toman en cuenta las segundas preferencias marcadas en sus papeletas, que son asignadas a los candidatos restantes. Este proceso se repite hasta que un candidato obtiene una mayoría absoluta.
El sistema de voto alternativo permite que los seguidores de los candidatos que tienen poca esperanza de ser elegidos puedan influir, a través de sus segundas preferencias, en la elección de un candidato ganador. En Australia, donde el sistema está en vigor, los partidos grandes generalmente tratan de negociar con los partidos minoritarios las segundas preferencias de sus seguidores antes de la elección, en un proceso conocido como “intercambio de preferencias”.
Los sondeos apuntan a la victoria del no, por lo que parece que los electores británicos no tendrán que devanarse los sesos a la hora de enfrentarse a este sistema preferencial. “El voto alternativo no es muy británico”, afirma el conservador William Hague, ministro de Asuntos Exteriores. Los tories apoyan el no; los liberales demócratas, el sí; mientras, los laboristas se han mostrado divididos, como viene siendo costumbre desde su derrota en las generales. Miliband apoya el cambio, pero muchos diputados laboristas a los que beneficia el sistema actual se oponen. Parece ser que el cambio, por el momento, no alcanzará la costa de las Islas.