A finales de 2009, Fernando Barciela, periodista económico, hablaba en el número 131 de Política Exterior del regreso de la energía nuclear. “Ya no hay quien lo niegue –afirmaba Barciela-: la energía nuclear, expulsada hace dos décadas de los planes energéticos en casi todo el mundo, está de vuelta”. Dicha energía volvía a ser contemplada por los gobiernos como una opción más entre las distintas formas de producir energía eléctrica de cara al futuro. Desde entonces, el debate “nucleares sí, nucleares no” ha venido acompañándonos.
Tras el accidente sufrido por la central nuclear japonesa de Fukushima, que soportó primero un terremoto de magnitud nueve y luego un tsunami, el debate nuclear ha regresado a la primera plana, esta vez para enfriar los ánimos de los pronucleares. En Alemania, la canciller democratacristiana, Angela Merkel, ha anunciado que cerrará temporalmente las centrales nucleares más antiguas (construidas antes de 1980), medida que afecta a siete de las 17 plantas atómicas alemanas, al tiempo que aplaza la ampliación de la vida útil de todas ellas.
En la actualidad, hay 442 reactores nucleares operativos en todo el mundo: 104 en EE UU, 58 en Francia, 54 en Japón, 32 en Rusia y 21 en Corea del Sur, los cinco primeros en una lista de 29 países. En España hay ocho reactores nucleares. Otras 65 plantas atómicas están en construcción: 27 en China, 11 en Rusia, cinco en India y otras cinco en Corea del Sur; Bulgaria, Eslovaquia, Ucrania y Japón están construyendo dos por país, y Argentina, Brasil, EE UU, Finlandia, Francia, Irán y Pakistán, uno cada uno.
La preocupación por el cambio climático relanzó el debate en torno a las alternativas a los combustibles fósiles (petróleo, gas) a mediados de la pasada década, entre ellas la energía nuclear. Los pronucleares destacaban sus ventajas: su baja emisión de dióxido de carbono (CO2) y su contribución para reducir la dependencia energética del exterior.
“En un entorno de precios energéticos al alza –explicaba Barciela- y las renovables aún necesitadas de grandes subvenciones para poder avanzar, tener un mix eléctrico con alto peso de nuclear es una ventaja competitiva”. Francia se alzaba como paradigma, con sus 58 plantas nucleares cubriendo el 76,2% de las necesidades energéticas del país. Según Barciela, tiene la energía más barata de Europa y además exporta a los países vecinos, como España.
La prolongada crisis económica enfrió un tanto las expectativas en torno a la energía nuclear, debido principalmente al coste de la inversión inicial, con cifras billonarias por cada nueva central. Como las energías renovables, la nuclear depende de la participación estatal, pues las compañías privadas no pueden o no están dispuestas a asumir costes tan elevados. Además, la dependencia energética no desaparece: sin plutonio o uranio, por el momento, los reactores no funcionan.
La subida del precio de los combustibles fósiles a raíz de las revoluciones en el mundo árabe había vuelto a lanzar el debate; el accidente de la central de Fukushima, un grado seis en la Escala Internacional de Eventos Nucleares, aviva aún más el debate y lo lanza por la cara descendente de la montaña rusa. En el próximo número de Economía Exterior de mayo-junio de 2011 será el tema destacado. Para entonces, la disyuntiva “nucleares sí, nucleares no” seguirá con nosotros.
Para más información:
María Teresa Domínguez, «La seguridad de las centrales nucleares». Economía Exterior núm. 47, invierno 2008-2009.
Rafael Caro, «Cultura de la seguridad nuclear». Política Exterior núm. 66, 1998.
Valery Soïfer, «Chernobyl: ¿fatalidad o accidente programado?». Política Exterior núm. 6, 1988.