Jaume Giné Daví.
(Profesor de la Facultad de Derecho de ESADE).
El 25 de junio de 1950 los norcoreanos, con apoyo soviético y chino, invadieron el sur. Comenzó una encarnizada guerra que costó la vida a más de dos millones y medio de coreanos, 700.000 chinos y 57.000 miembros de las fuerzas de las Naciones Unidas y devastó el país. Sesenta años después, la nación coreana sigue dividida por el paralelo 38 en dos Estados que aún están técnicamente en guerra. El acuerdo de armisticio del 27 de julio de 1953, no fue seguido por la firma de un tratado definitivo de paz.
Tras la guerra, las dos Coreas siguieron procesos distintos. Corea del Sur, con el apoyo de Estados Unidos, inició un gran desarrollo económico y se incorporó a la OMC en 1995 y a la OCDE en 1996. Desde una renta por cápita de 70 dólares en 1949 pasó a los 20.000 en 2010. Pero, en plena guerra fría, se transformó en un régimen represivo, en el que la lucha contra el comunismo y la previsión ante otro ataque del norte legitimaba las dictaduras militares. Solo con el crecimiento económico surgieron nuevas clases medias y profesionales que favorecieron una evolución de la reforma democrática constitucional de 1987. Seúl organizó unos Juegos Olímpicos en 1988 que abrieron plenamente el país al mundo. Moscú y Seúl restablecieron relaciones diplomáticas en 1990 y a su vez, Pekín reconoció a Corea del Sur en 1992.
Corea del Norte sigue siendo una dictadura comunista estalinista, un Estado en quiebra económica, internacionalmente aislado, con un régimen político que dedica sus escasos recursos económicos a lograr un estatus nuclear mientras no puede cubrir las necesidades más básicas de la población. El Norte también recuperó el pulso económico gracias a la ayuda de la Unión Soviética y de China. Kim Il-sung instauró a imitación de Stalin y Mao el culto a su personalidad y creó la doctrina Juche que impulsó la autarquía y el aislamiento. A su muerte, en 1994, le sucedió su hijo Kim Jong-Il, convirtiendo el régimen en una especie de monarquía absoluta hereditaria. Ahora prepara la sucesión a favor de su hijo Kim Jong-un. Tras caer la URSS se interrumpió, en los años noventa, la ayuda soviética. El país se hundió en la miseria y una tremenda hambruna provocó, entre 1995 y 2001, la muerte de dos millones de norcoreanos. Hoy resiste gracias a la ayuda económica china.
Corea del Norte sigue siendo foco de tensión miliar en el noreste de Asia, como se demostró el 26 de marzo con el hundimiento de la corbeta surcoreana Cheonan, atribuido a un torpedo norcoreano. Los intentos de entendimiento mutuo se impulsaron, tras ser ambas Coreas admitidas en la ONU en 1991. Pero todos han resultado infructuosos, desde los acuerdos intercoreanos de 13 y 31 de diciembre de 1991 y el Acuerdo de 21 de octubre de 1994 entre Corea del Norte y EE UU hasta los Acuerdos de 13 de febrero de 2007 en el marco del Grupo de los 6.
La Sunchine Policy propiciada por Kim Dae-Jung (1997-2002) y Roh Moo-hyun (2002-07) creó unas expectativas no cumplidas. Se reunieron en Pyongyang con Kim Jong-il en las Cumbres Intercoreanas celebradas en 2000 y 2007. Apostaron por lograr la reconciliación favoreciendo la interdependencia económica como condición necesaria para avanzar hacia una futura reunificación. Pero las relaciones se rompieron tras acceder Lee Myung-bak a la presidencia surcoreana en 2008. Los hechos, con un segundo ensayo el 29 de mayo de 2009, demuestran que Pyongyang no desea renunciar a su programa nuclear. Exige un reconocimiento político previo por parte de EE UU y unas enormes compensaciones económicas. Pekín sigue ambivalente y consolida su presencia en el Norte, convertido prácticamente en un protectorado económico chino. Y Kim Jong-il, gravemente enfermo, pretende mantener vigente el régimen político con la sucesión dinástica a favor de su hijo Kim Jong-un.
La OCDE afirma que el gap económico y social entre las dos Coreas sigue creciendo. En 2008, el PIB surcoreano sumaba 929.000 millones de dólares frente a los 25.000 millones del PIB norcoreano. El comercio exterior norcoreano (3.800 millones) representaba el 0,4 % del surcoreano (857.000 millones). Con estos datos económicos la reunificación coreana será aún más costosa e incierta.