Los caminos se estrechan para Taiwán. La doble crisis abierta tras la irrupción del Movimiento Girasol en marzo de 2014 y la derrota del Kuomintang (KMT) en las elecciones locales de noviembre pasado han afectado de lleno a un eje vital de la política taiwánesa, las relaciones con China continental. La estrategia impulsada por el KMT, consistente en favorecer una “diplomacia flexible” para facilitar su inserción en los procesos en curso en la integración económica regional, vive horas complejas tras las reticencias expresadas por Pekín a la firma de un acuerdo de cooperación con Malasia. En ambos aspectos, la sensación es de estancamiento y redefinición. A mayores, en la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac)-China celebrada en enero en Pekín participaron ocho del total de 12 aliados diplomáticos de Taiwán en la zona.
Desde el continente, Pekín trata de asegurar los avances registrados en las relaciones bilaterales desde 2008 en adelante y que propiciaron un cambio verdaderamente histórico, abriendo paso al diálogo directo, económico y político, entre ambos lados del Estrecho. Procurando infundir calma, se desmenuzan nuevas políticas para atraer la simpatía de agricultores, pescadores, jóvenes, emprendedores y pymes. El objetivo es tratar de desactivar la exitosa crítica a un modo de actuar que ha favorecido principalmente a los grandes magnates de la industria taiwanesa, generando mayor desigualdad y despreciando los impactos sociales. La maquinaria burocrática se ha puesto en marcha y pronto podremos apreciar iniciativas concretas en este sentido, con vistas a alargar la base social que respalde su estrategia de reunificación oblicua.
Pero ¿serán suficientes estas medidas para remozar la alicaída imagen del KMT? Los antaño enemigos y hoy principales artífices del acercamiento a través del Estrecho, el KMT y el Partido Comunista de China (PCCh), saben que lo tendrán muy difícil para lograr acuerdos este año en materias significativas, ya sea en el orden económico (comercio de mercancías, por ejemplo) o político (establecimiento de oficinas representativas a ambos lados). Desde el punto de vista formal, el Yuan legislativo ha usurpado de facto los poderes presidenciales exigiendo el examen y control de cualquier paso en este sentido. Aun reconociendo que el KMT dispone de mayoría absoluta, la oposición, tras la victoria del 29-N, no se lo pondrá fácil y exigirá la aprobación previa de un mecanismo parlamentario de control de todos los acuerdos. Para evitar la confrontación, el escenario más probable consiste en la exploración de una vía de hecho que permita algunos avances a la espera de que el PCCh pueda dar aire al KMT… Paradojas de la historia.
La oposición, liderada por el PDP, ha podido saborear importantes éxitos en 2014: desde el colapso de la política continental citada hasta la paralización nuclear, pasando por la recuperación del liderazgo de Tsai Ing-wen. No obstante, son perfectamente conscientes de lo efímero de estos éxitos si no logra encontrar un modus vivendi con el continente, lo cual puede fragmentarle internamente abocándole en 2016 a un escenario como el vivido por el KMT en 2002. Por otra parte, el descontento originado por la política del KMT en los últimos años no se traducirá necesariamente en un apoyo automático al PDP, favorecido en los comicios municipales por la eclosión de candidatos independientes que han alargado su abanico de apoyos.
También el PDP es consciente de que la integración económica regional es un capítulo inexcusable para un país exportador como Taiwán. La preocupación por los efectos del tratado de libre comercio firmado recientemente por China y Corea del Sur, uno de sus principales competidores, no es menor. Pero la llave de los acuerdos económicos bilaterales o de la incorporación al Acuerdo Transpacífico (TPP) o al Acuerdo Económico Amplio Regional (RCEP, en inglés) la tiene el continente y no cederá en sus exigencias de principio: cabal reconocimiento del Consenso de 1992 (una China, dos interpretaciones). Por el momento, un muro demasiado alto para el PDP que busca fórmulas alternativas de difícil encaje. En un hipotético triunfo de los independentistas en las elecciones de 2016, las expectativas no mejorarían, agravando la delicada tesitura taiwanesa.
Eric Chu, el nuevo líder del KMT tras la dimisión de Ma Ying-jeou, tiene poco más de un año para recomponer las filas y renovar sus expectativas electorales, hoy claramente a la baja. No es imposible, pero tampoco fácil. Su afán reformista, apostando, entre otros, por un cambio constitucional o una mayor transparencia en los activos del partido, puede encontrar resistencias internas que le será difícil de obviar. Por otra parte, su inicial negativa a ser candidato en 2016 acentúa su interinidad. Pero ya se sabe, a veces, los interinos son los que más duran…
Taiwán necesitaría arbitrar un gran consenso interno para afrontar los principales retos económicos y políticos que hoy le imponen un elevado peaje. Entre el sesgo más social del PDP y la inclinación más liberal del KMT podría materializarse un determinado nivel de acercamiento, pero la clave de bóveda sigue dependiendo de la política continental. Ambos coinciden en el rechazo de la fórmula “Un país, dos sistemas” que propone Pekín, pero no en la fórmula alternativa. El PDP ya no es la formación con la que su exlíder Chen Shui-bian consiguió enervar a Pekín. En los últimos años, sus gestos de aggiornamento han sido muchos pero aún insuficientes para discernir un lenguaje común y aceptable para el PCCh. Tsai Ing-wen, derrotada en 2012, sabe que en ello radica buena parte su victoria en 2016, y por ello este año será decisivo para tender puentes con el continente. Si no lo logra, tendrá enfrente no solo al KMT sino, sobre todo, a esos poderes fácticos de la isla que no ven futuro para Taiwán sin un entendimiento con Pekín, cualquiera que sea la fórmula política resultante de ese encaje.
Así pues, el cambio de ciclo iniciado en 2014 tendrá en este 2015 un eco de gran calado y significación para la política taiwanesa, aconsejando un acompañamiento que dará la medida de la propia capacidad continental para arbitrar fórmulas flexibles y constructivas en un asunto considerado de “interés vital” en la política china.
Por Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China.