Por Áurea Moltó.
En sus 71 años de vida ha dejado 47 millones de árboles más en África. Solo este legado daría sentido a una existencia, pero Wangari Maathai deja también una huella en la política, la economía, la cultura y la sociedad de su país, Kenia, y de todo África. Fue miembro del Parlamento keniata (2002-07), activista en favor de la democracia, defensora de los derechos de las mujeres y fundadora del Green Belt Movement (GBM), la organización que mejor resume la filosofía y el trabajo de Maathai. En este recuento de logros hay que incluir el Premio Nobel de la Paz (2004), otorgado por primera vez a una mujer africana.
El ecologismo ha sido el eje de los proyectos en los que Maathai participó. En una entrevista en Política Exterior explicaba cómo desde que comenzó a trabajar en el Consejo Nacional de Mujeres de Kenia, a mediados de la década de 1970, percibió que «las necesidades descritas por las mujeres eran en realidad síntomas de otros problemas, como la deforestación o la escasez de agua». Así, en 1977 creó el GBM, cuyo objetivo es movilizar a las comunidades para mejorar sus niveles de vida y seguridad mediante la plantación de árboles y la conservación del medio ambiente. En esta concepción medioambiental del desarrollo económico, las mujeres ocupan un lugar prioritario: «Buena parte de la comida disponible en África es producida por mujeres (…) Están intrínsecamente vinculadas al medio ambiente y se ven más afectadas por la degradación medioambiental», aseguraba.
Plantar árboles equivale a sembrar ideas, esperanza y futuro. Este enfoque global de la ecología y el desarrollo le llevó a involucrarse activamente a lo largo de su vida en la defensa de los derechos humanos y la lucha por la democracia en su país y fuera de él. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente lanzó en 2006 la Campaña de los Mil Millones de Árboles. Gracias al impulso y la proyección internacional de Maathai hasta la fecha se han plantado casi 12.000 millones de árboles en todo el mundo.
Nacida en Nyeri en 1940 en una comunidad kikuyu, Maathai consiguió una beca para estudiar biología en Estados Unidos. Completó sus estudios de posgrado en Alemania y Kenia y fue la primera mujer en doctorarse en África Central y Oriental. Su vida está bellamente narrada por ella misma en Unbowed (Con la cabeza bien alta, Lumen, 2007), donde describe tanto los rituales kikuyos de la infancia y la adolescencia, como los paisajes que rodean el Monte Kenia o las décadas de opresión y violencia de la Kenia presidida por Daniel Arap Moi entre 1978 y 2002.
Durante los ataques interétnicos vividos en diciembre de 2007 a consecuencia de las elecciones, Maathai levantó a través del GBM la «acampada por la paz» con el fin de promover la reconciliación entre tribus. No obstante, siempre se manifestó a favor de juzgar a los responsables de esos crímenes contra la humanidad, que acabaron con la vida de 1.200 personas y desplazaron de sus comunidades de origen a más de 300.000. El pasado abril, denunciaba en un artículo la impunidad existente casi cuatro años después de los ataques debido a que algunos de los responsables eran hoy parte del gobierno.
Maathai murió el 25 de septiembre. Inmediatamente después llegaban miles de mensajes de condolencia a través de la página web del GBM. Entre ellos, llama la atención el del presidente de Kenia, Mwai Kibaki: «En política, será recordada por el papel que desempeñó como agitadora de las reformas que pavimentaron el camino para la segunda liberación del país».