El número 83 de Política Exterior, septiembre-octubre de 2001, traía un artículo sobre la nueva administración estadounidense, presidida desde enero por George W. Bush. Se titulaba “El invernadero de Bush” y en él Bill McKibben, de la Universidad de Harvard, analizaba la política energética estadounidense, al tiempo que abogaba por una mayor implicación en la lucha contra el cambio climático de la nación más contaminante del mundo.
En ese mismo número, la carta de América de Jaime Ojeda, de la Universidad de Shenandoah (Virginia), analizaba el escepticismo nacional que crecía en torno a la figura de un presidente que no terminaba de despegar. “Su estilo rústico comienza a cansar –decía Ojeda—; su repertorio es limitado cuando no va acompañado de inspiración y su intención de devolver ‘normalidad’ a la presidencia, reduciendo su protagonismo, no ha contribuido más que a una fuerte caída de su índice de popularidad”.
Dos meses después, Política Exterior lanzaba un número especial dedicado casi por completo a Estados Unidos. Y Jaime Ojeda escribía una carta de América titulada “La transformación de Bush. Todos con el presidente”. El objetivo de aquel número apresurado era reflexionar sobre el 11 de septiembre y sus consecuencias, todavía “sin recobrar el aliento”, como reconocía el editorial de Darío Valcárcel. “El doble impacto en las Torres, seguido del Pentágono, cambia la historia al poner en marcha elementos nuevos”, explicaba el director de la revista.
Diez años después, la fecha del 11 de septiembre de 2001 sigue colgada de la mente de varias generaciones. Como reconoce Emilio Lamo de Espinosa, de la Universidad Complutense de Madrid, “el 11-S entramos por puertas de fuego en el siglo XXI”. Sin embargo, con el paso del tiempo los ánimos se han ido calmando y la mirada sobre aquel acontecimiento ha perdido fogosidad. En estos momentos, una corriente “revisionista” de analistas vuelve al 11-S, pero para rebajar su importancia.
Según esta nueva corriente, el 11-S no es un punto de inflexión en la historia, sino un mojón en un camino marcado por tendencias más profundas. Lionel Barber, editor del Financial Times, cierra su artículo titulado “The end of US hegemony: Legacy of 9/11” con la siguiente mención. “Sobre el legado del 11-S, Gerard Lyons, economista jefe de Standard Chartered Bank, afirma que las tres palabras más importantes de la pasada década no fueron ‘war on terror’ sino ‘made in China’. Para las tendencias actuales, Lyons añade que las tres palabras más importantes de esta década serán ‘owned by China’”.
Retrospectiva del 11-S
Política Exterior 143, septiembre-octubre de 2011, se ocupa del aniversario de los atentados de Nueva York y Washington, aunque quizá no con la profusión imaginada en 2001 y aún 2006. Dos artículos se ocupan de dicha cuestión, aunque sólo uno de las consecuencias políticas de aquel atentado. En ese artículo, titulado “Retrospectiva del 11-S y la ‘guerra contra el terror’”, Melvyn P. Leffler afirma que aquel martes de finales de verano no modificó la trayectoria de EE UU en su búsqueda de la hegemonía. “Existía, y sigue existiendo, una tendencia a decir que los ataques lo cambiaron todo. Pero una década después, esas conclusiones parecen injustificadas”, defiende Leffler, de la Universidad de Virginia.
Tras los atentados, la administración Bush se vio envuelta en una lucha por afirmar la supremacía de su país. “Hoy parece evidente –nos cuenta Leffler— que gran parte de sus iniciativas en política exterior, junto con sus recortes fiscales y su resistencia a pedir sacrificios nacionales, impidieron alcanzar los objetivos para los que fueron expresamente diseñadas”. Tras los fracasos en las aventuras afgana e iraquí, un antiamericanismo creciente ha minado la supremacía de EE UU, mientras que la fortaleza financiera y la flexibilidad del país se han visto gravemente mermadas.
Philiph Stephens, editor asociado del Financial Times, comparte la tesis de su compañero Barber, también la de Leffler. El título de su última columna no deja lugar para las dudas: “No, 9/11 did not change the World”. El mundo sí que ha cambiado en la última década, pero dichos cambios están ligeramente conectados con el 11-S, explica Stephens. Afganistán, Irak y Waziristán han sido simplemente una cortina de humo, oscureciendo la gran historia de los diez últimos años. Porque los cambios que importan se han producido en los países emergentes de Asia y América Latina. “El orden mundial no pertenece ya a Occidente –admite Stephens—. El auge del resto había sido predicho con gran antelación. Lo que nadie sabía es que iba a suceder tan rápido”.
En este contexto de grandes movimientos tectónicos, el 11-S va quedando en la memoria más como un terrible apunte a pie de página narrado, eso sí, en directo por televisión.
Y para los curiosos, aquí va una lista elaborada por David Rothkopf, del think tank Carnegie Endowment for International Peace, sobre los diez acontecimientos de la pasada década que superan en relevancia a los atentados del 11-S, lista elaborada para la revista FP Edición española.
Para más información:
Antonio M. Díaz Fernández, «2001-2011, la transformación de la inteligencia». Política Exterior núm. 143, septiembre-octubre 2011.
Melvyn P. Leffler, «Retrospectiva del 11-S y la ‘guerra contra el terror’». Política Exterior núm. 143, septiembre-octubre 2011.
Fernando Reinares, «Tras Bin Laden, ¿cuál será el futuro de Al Qaeda?». Política Exterior núm. 142, julio-agosto 2011.
Richard N. Haas, «9/11 in Perspective». Council on Foreign Relations, agosto 2011.
Joseph. S. Nye, «Ten Years after the Mouse Roared». Project Syndicate, septiembre 2011.
En mi opinión los análisis que niegan o minimizan la magnitud y profunidad del cambio generado por el 9-11, constituyéndose en un auténtico punto de inflexión, están observando solo aspectos epidérmicos, en parte porque siguen viendo los hechos de hoy con los criterios y aparatos conceptuales del siglo pasado. No reconocen que estamos en un mundo transformado. La mejor evidencia de ese cambio es como hasta la metodología del análisis política y el internacional han tenido que modificarse y como Relaciones Internacionales, como disciplina, también ha sufrido cambios. Y ni qué decir de la política exterior, tanto de grandes potencias como de Estados pequeños. A esto me refiero en un comentario más amplio en mi blog, http://camuza.codebeta.net.