El Buen Vivir, como concepto alternativo al desarrollo, surgió en Ecuador a comienzos de la década de los noventa, de la mano de algunos intelectuales kichwas amazónicos, bajo la denominación de Sumak Kawsay; sin embargo, no adquirió relevancia hasta que fue incluido como precepto en la Constitución ecuatoriana de 2008.
Dicho concepto puede ser definido como una forma de vida en armonía con uno mismo (identidad), con la sociedad (equidad) y con la naturaleza (sostenibilidad). Esta definición es comúnmente aceptada por la mayoría de los intelectuales y los políticos que utilizan dicho término; pero aquí termina el consenso, ya que dicha forma de vida en armonía cobra significados muy diferentes según la posición ideológica de cada intelectual y político que utiliza el concepto. Así, existen al menos tres maneras de entender el Buen Vivir en Ecuador: una indigenista, otra socialista y otra ecologista y postdesarrollista.
La primera es la propia del pensamiento indigenista de los intelectuales vinculados con el movimiento indígena ecuatoriano, que entienden el Buen Vivir como Sumak Kawsay o Vida en Plenitud, y rechazan el desarrollo moderno como aspiración social por considerarlo una forma más de colonización (colonialidad del poder). Estos intelectuales proponen la recreación en el siglo XXI de las condiciones armónicas de vida que tenían los pueblos originarios de Ecuador; y pretenden hacerlo por medio de la colocación de la llamada cosmovisión andina como en el principal referente cultural del país, de manera que permita recuperar la identidad andina perdida y propiciar un cambio civilizatorio. Dicho enfoque concede gran relevancia a la autodeterminación de los pueblos indígenas y propone convertir a Ecuador en un Estado plurinacional, siguiendo el mandato recogido en la Constitución de 2008. Además, otorgan gran importancia a la recuperación de las tradiciones ancestrales de dichos pueblos y prestan una especial atención a los elementos espirituales relacionados con el Buen Vivir (por ejemplo, la Pachamama). La mayor parte de estos postulados se corresponden con una concepción premoderna del mundo de naturaleza ancestral andina y amazónica. Los intelectuales que defienden esta concepción del Buen Vivir son considerados por algunos intelectuales de las otras dos corrientes como pachamamistas (folclóricos) atrapados en el discurso de un indigenismo infantil y sin capacidad para implementar el Buen Vivir.
La segunda es la propia del pensamiento neomarxista de los intelectuales vinculados con el gobierno de Ecuador, que entienden el Buen Vivir como Socialismo del Sumak Kawsay, o como la variante ecuatoriana del Socialismo del Siglo XXI, y lo asimilan al desarrollo moderno en su variante neomarxista. Estos intelectuales proponen la implementación, por medio de un proceso revolucionario denominado Revolución Ciudadana, de un nuevo modelo de desarrollo orientado esencialmente a la mejora de la equidad y apoyado, de momento, en el extractivismo, mientras se produce la transformación de la matriz productiva ecuatoriana. En este sentido, dejan en un segundo plano la consecución de los objetivos de identidad y de sostenibilidad. Dicho enfoque concede gran relevancia al papel que debe jugar el Estado en la implementación del Buen Vivir, el cual se convierte en el agente político principal e intérprete único de la voluntad popular, excluyendo de la acción política a los diferentes movimientos sociales que contribuyeron a llevar dicho concepto hasta la Constitución (por ejemplo, al movimiento indígena o al movimiento ecologista). Además, aspiran a la transformación del sistema socioeconómico ecuatoriano en un sistema socioeconómico post-capitalista, en una economía con mercado, pero no de mercado, donde las entidades de la economía popular y solidaria tengan un gran protagonismo. La mayor parte de estos postulados se corresponden con una concepción moderna del mundo de naturaleza occidental y socialista. Los intelectuales que defienden esta concepción del Buen Vivir son considerados por algunos intelectuales de las otras dos corrientes como practicantes de un desarrollismo senil y de haber sustituido en sus discursos el término desarrollo por el término Buen Vivir, equiparando así ambos conceptos y vaciando al Buen Vivir de la mayoría de las dimensiones que se incorporaron en el proceso constituyente.
Y la tercera es la propia del pensamiento ecologista y postdesarrollista de los intelectuales vinculados con los movimientos sociales de Ecuador, que entienden el Buen Vivir como una utopía por (re)construir, o como la concreción territorial del precepto constitucional del Buen Vivir, y rechazan el desarrollo moderno como aspiración social por considerarlo una forma de dominación. Estos intelectuales proponen la creación de procesos locales de participación social por medio de los cuales cada comunidad defina su propio Buen Vivir, o Buen Convivir, poniendo la sostenibilidad ambiental como requisito imprescindible para la construcción de dichos Buenos Convivires. En este sentido, subordinan la consecución de los objetivos de equidad y de identidad al mantenimiento de relaciones armónicas con la naturaleza, por medio del respeto de los Derechos de la Naturaleza recogidos en la Constitución ecuatoriana. De hecho, proponen la construcción de una sociedad biocéntrica, donde la Naturaleza ocupe el centro de las preocupaciones de los ecuatorianos, los cuales deben ser considerados como parte inseparable de la misma. La mayor parte de estos postulados se corresponden con una concepción postmoderna del mundo de naturaleza occidental. Los intelectuales que defienden esta concepción del Buen Vivir son considerados por algunos intelectuales de las otras dos corrientes como carentes de pragmatismo político, imbuidos en un cierto nihilismo, de estar atrapados en un discurso propio de un ecologismo infantil y de haber tergiversado el significado del Buen Vivir al llenarlo de contenidos occidentales ajenos a la cosmovisión andina.
No obstante, a pesar de esta trifurcación del concepto, es legítimo aspirar a la confluencia de estas tres corrientes en una concepción sintética, basada en la búsqueda de la identidad, de la equidad y de la sostenibilidad por medio de la transformación de Ecuador en una sociedad plurinacional, post-capitalista y biocéntrica. Y todo ello convierte al Buen Vivir en una Trinidad, en un concepto trinitario, en un concepto que es a la vez uno y trino; tres concepciones distintas y un único Buen Vivir verdadero.