No es el año actual sino el próximo cuando América Latina o, mejor, los grandes países latinoamericanos en términos demográficos tendrán citas electorales de máxima relevancia. En efecto, en 2018, Brasil, México y Colombia celebrarán sus elecciones presidenciales y legislativas. A ellos se unirán Costa Rica y Paraguay. Venezuela celebraría únicamente comicios presidenciales si el proceso de descomposición que vive el país no adelanta las elecciones. Por su parte, El Salvador celebrará exclusivamente elecciones legislativas. En todos estos casos nacionales, 2017 será un año de configuración de candidaturas y de inicio del proceso de primarias, quedando condicionada la agenda política a las citas electorales del año siguiente.
En México, Colombia, Costa Rica y Paraguay habrá un nuevo presidente por el imperativo constitucional que impide la reelección, muy posiblemente surgido de fuerzas opositoras, mientras que en Brasil la mínima popularidad de Michel Temer hace asimismo pensar en la renovación presidencial. Argentina, que celebrará elecciones de renovación de la mitad de la Cámara de Diputados, y Perú continuarán la senda de complejas relaciones entre el ejecutivo y un Congreso díscolo en manos de la oposición que someterá al oficialismo a un severo control, imponiendo resoluciones que puedan llevar al límite al gobierno, preludiando su caída si se llegaran a configurar coaliciones callejeras con suficiente capacidad movilizadora.
En 2017, solamente tres países (Ecuador, Chile y Honduras) van a ir a las urnas celebrando comicios nacionales, que supondrán el relevo en sus presidencias con seguridad en los dos primeros países y el reacomodo de los grupos políticos en el legislativo.
Después de una década en el poder, Rafael Correa no es candidato por voluntad propia a las elecciones en Ecuador del 26 de febrero, en las que endosa la candidatura de Lenin Moreno, un correligionario de Alianza País que fue su vicepresidente entre 2007 y 2013 y que hasta su nominación por aclamación como candidato se desempeñaba como Enviado Especial del Secretario General de Naciones Unidas sobre Discapacidad en Ginebra. Moreno goza del apoyo mediático de Correa, así como de la maquinaria de un partido-movimiento que a lo largo de una década ha sido incapaz de institucionalizarse en un país que se mueve a golpe del capricho que suponen las decisiones presidenciales. La candidatura a la vicepresidencia de Jorge Glas –que repetiría en el cargo-, un empresario de Guayaquil envuelto en operaciones poco transparentes, no le beneficia. En frente se encuentran Guillermo Lasso, empresario de Guayaquil, de Creo-Suma, un partido de derecha liberal, y que fue ya candidato en 2013; Paco Moncayo, exmilitar y exalcalde de Quito de Acuerdo Nacional por el Cambio, de centro izquierda, y Cynthia Viteri, asambleísta por Guayaquil con veinte años de experiencia, del tradicional Partido Social Cristiano. A pocas semanas de los comicios, las encuestas mantienen un porcentaje en torno al 50% de voto indeciso, lo que no permite ni siquiera vaticinar si habrá o no una segunda vuelta. En la Asamblea es muy probable que el partido-movimiento oficialista siga siendo el grupo mayoritario aunque deje de tener mayoría cualificada.
Las elecciones chilenas tendrán lugar el 19 de noviembre con la incertidumbre de si Sebastián Piñera volverá a La Moneda, replicando la actuación de Michelle Bachelet. A once meses vista, los sondeos de opinión pública le dan una insuficiente ventaja frente a su principal competidor, Alejandro Guillier, un veterano periodista y senador desde 2013 con el Partido Radical Socialdemócrata, quedando el resto de contrincantes, entre los que se encuentra el expresidente Ricardo Lagos, en nivel de intención de voto de un solo dígito. Su triunfo revalidaría la tendencia de presidentes nacidos antes de 1950, así como las preferencias en pro de la reelección de la ciudadanía, pero es muy probable que en una segunda vuelta frente a Guillier, que juega la baza de presentarse como independiente, este pudiera ser capaz de reunir el apoyo del voto centrista y de la izquierda.
En Honduras, el presidente, Juan Orlando Hernández, buscará una segura reelección revalidando el papel mayoritario del Partido Nacional, una vez sacada adelante la reforma constitucional que le permite concurrir de nuevo a las urnas, algo que pretendió Mel Zelaya en 2009 en una propuesta que terminó en un golpe de Estado. Esta situación es una evidencia de hasta qué punto las cosas han cambiado en la región en el nuevo ciclo político inaugurado tras la muerte de Hugo Chávez y el giro registrado en torno al papel estelar de las materias primas. Las elecciones primarias se llevarán a cabo el 12 de marzo y las generales el 26 de noviembre.
Un caso de elección regional que tendrá un impacto notorio en el proceso nacional de 2018 se dará en el estado de México. Tratándose de un feudo del PRI, los resultados tendrán un notable valor predictor, fundamentalmente a la hora de valorar su situación interna, pero también para detectar el alcance de la fuerza de las candidaturas independientes así como para dilucidar la hegemonía en la izquierda entre el izquierdista PRD y Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador.
Paralelamente a las citas electorales y a las dinámicas nacionales domésticas, los países latinoamericanos deberán reacomodar sus políticas a los designios del nuevo inquilino de la Casa Blanca, notablemente en lo atinente a la posible vuelta masiva de nacionales emigrantes en Estados Unidos, así como a la supuesta revisión de las políticas de libre comercio implementadas en los últimos lustros.