La crisis de refugiados ha cambiado las reglas de juego en los asuntos europeos. No solo ha agotado algunas suposiciones largamente aceptadas, como la habilidad de los europeos para controlar las externalidades de los conflictos que se producen en su amplio vecindario. También ha desmitificado la creencia de Europa en las sociedades abiertas, en la convergencia de las normas y valores democráticos desde Portugal hasta Estonia, o la convicción de la existencia de solidaridad entre los miembros de la Unión Europea.
Y lo que es más importante, la crisis actual destaca tres cambios estructurales en la creación de la política europea: primero, el liderazgo político en la UE, en particular el papel de Alemania; segundo, la división principal entre los Estados miembros; y tercero, el gran acuerdo político de la UE, por ejemplo, el cimiento principal de la solidaridad en Europa. Uno podría argumentar si la crisis ha producido estos cambios o ha sido un catalizador de cambios tectónicos que ya habían comenzado.
Cualquiera que sea la respuesta, merece la pena destacar que el efecto a larga escala que tiene la migración en Europa se ha extendido más allá de los desafíos originales. Se ha argumentado que la base del problema es la absorción de menos del 1% de la población de la UE. El efecto en el sistema político de Europa es mucho mayor, y se incrementará sistemáticamente. Después de todo, el caso griego representó menos del 3% de la economía de la UE y pudo haber amenazado la política monetaria y la integridad de la zona euro.
Adiós al ‘momento unipolar’ de Alemania
Hasta hace poco, Alemania parecía emerger más fortalecida tras cada crisis, parafraseando a la canciller Angela Merkel cuando se refería a Europa. Sin embargo, en el último trimestre de 2015 la autoridad europea de…