En septiembre de 2015, los líderes mundiales se reunirán en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York. El punto prioritario del orden del día será la aprobación de una resolución que establezca los objetivos de desarrollo mundiales para los próximos 15 años –hasta 2030–, contemplando avances en áreas que irán desde la reducción de la pobreza hasta la conservación de los bosques. Serán una prolongación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), que a lo largo de la pasada década y media se han convertido en la referencia común del progreso mundial.
Los ODM, surgidos de la Declaración del Milenio acordada en la Asamblea General de la ONU en 2000, se consideran un éxito notable del sistema internacional, y muy posiblemente hayan contribuido a acelerar el progreso mundial en materia de salud y educación en los últimos años. Por sí solo, esto justificaría la elaboración de una nueva serie de objetivos de alcance mundial para el periodo posterior a 2015. Pero el poder de motivación de los ODM originales residía en su sencillez y claridad. Lamentablemente, el resultado del proceso de gestación de propuestas para el nuevo conjunto de objetivos ha sido el opuesto. El volumen excesivo y la complejidad de los proyectos presentados hasta ahora por los comités negociadores son prácticamente una garantía de que los objetivos para después de 2015 tendrán, en comparación, un valor y un impacto limitados. Aunque tal vez sea demasiado tarde para rescatar el proceso, es posible que algunos objetivos y propósitos concretos todavía puedan ser útiles, y cabe pensar que las expectativas más amplias en relación con el desarrollo sostenible se puedan salvar en otras reuniones de la ONU que se celebren a lo largo de 2015.
Breve historia de los ODM
En mayo de 1996, el Comité…