Nuestras operaciones militares tienen como objetivo la derrota del enemigo…, nuestros ejércitos no se dirigen a vuestras tierras como conquistadores o enemigos, sino como libertadores… [Nuestra] voluntad no es imponeros instituciones alienas…, [sino] invitaros a participar en la gestión de vuestros asuntos civiles.
Proclamación al pueblo de Bagdad en marzo de 1917,
teniente general Stanley Maude
(Citado por Robert Fisk)
Durante la Primera Guerra mundial Londres utilizó una calculada ambigüedad para ampliar su presencia en Oriente Próximo y en la ruta hacia India. En 1915, Thomas Edward Lawrence (Lawrence de Arabia), agente de los servicios secretos británicos, y el alto comisario británico en El Cairo, sir Mac Mahon, prometieron al emir hachemí de La Meca, Hussein –trigésimo octavo descendiente del Profeta y guardián de los Lugares Santos–, el reconocimiento de una entidad árabe independiente si se rebelaba contra el Imperio otomano aliado de los imperios centrales. Sir Mac Mahon azuzó el resentimiento de Hussein contra Estambul, recordando que el Califato no estaba en manos árabes. La revuelta se inició el 5 de junio de 1916 en Hedjaz y tuvo un papel destacado en la campaña del general británico Edmund Allenby y en la ocupación de Bagdad (1917) y Damasco (1918).
En noviembre de 1917, el ministro de Asuntos Exteriores británico, Arthur James Balfour, comunicaba a la comunidad sionista de Londres que “el gobierno de Su Majestad contemplaba favorablemente el establecimiento de una patria nacional para el pueblo judío en Palestina”. Un mes después, Allenby entraba en Jerusalén y, al año siguiente, una ofensiva franco-británica ocupaba el litoral de Palestina.
Sin embargo, entre noviembre de 1915 y marzo de 1916 británicos y franceses mantuvieron reuniones secretas para repartirse las provincias otomanas de Oriente Próximo. El diputado conservador británico sir Mark Sykes y el excónsul francés en…