A poco más de un mes para la Cumbre Iberoamericana de Veracruz (8-9 de diciembre), Rebeca Grynspan se presenta convencida del potencial del proyecto creado hace 23 años y que hoy hace frente a una profunda renovación. Grynspan, nacida en Costa Rica, tomó el relevo del uruguayo Enrique V. Iglesias en abril pasado como nueva Secretaria General Iberoamericana. Si la primera impresión que produce un responsable político es una valiosa pista sobre las razones de su nombramiento, en este caso el carácter resolutivo de Grynspan se acompaña de una evidente competencia como economista y como política. Llega de las Naciones Unidas, donde fue secretaria general adjunta y administradora asociada del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Ha trabajado en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Grynspan tiene un alto perfil técnico, y es también una experimentada política: ocupó la vicepresidencia y varias carteras ministeriales en el gobierno de Óscar Arias en Costa Rica.
Su análisis sobre Latinoamérica demuestra no solo que maneja todos los datos, sino que conoce profundamente las dinámicas políticas globales y regionales. “En este momento en América Latina no puede surgir ningún proyecto hegemónico”, responde cuando se le pregunta por el futuro de la Comunidad Iberoamericana ante los nuevos esquemas de concertación política creados en la región, como la Celac, Unasur o la Alianza del Pacífico.
Los 22 países que integran la Conferencia Iberoamericana dieron el apoyo unánime a Grynspan, que asume un mandato nada fácil: renovar la institución creada bajo impulso fundamentalmente español en 1991, en un contexto radicalmente distinto al de hoy. Los cambios en las dos partes (ibérica y latinoamericana) obligan a la renovación, pero es sobre todo la nueva situación política, económica y social de los países latinoamericanos…