Sectarización en Oriente Próximo
El año del fallecimiento del Profeta Mahoma (632) simboliza un giro dentro de la comunidad musulmana, dividida en dos tradiciones teológicas: suníes y chiíes. Hoy, la división entre suníes y chiíes se ha impregnado en el discurso político e identitario a través del cual se representa, ad nauseam, los conflictos que incendian Oriente Próximo. La presunción de que las guerras actuales son causadas por una rivalidad milenaria entre suníes y chiíes no solo deriva de un imaginario neo-orientalista sino que reduce los problemas políticos actuales de la región a acontecimientos que sucedieron hace ya más de trece siglos.
Los autores de Sectarianization: Mapping the New Politics of the Middle East analizan críticamente la concepción de sectarismo. En la primera parte, Makdisi, Sallukh, Sayigh y Gaiser esbozan un marco político moderno en el cual las diferencias sectarias se convierten en un arma política de discriminación, de exclusión y de división social. Dicha instrumentalización de las diferencias sectarias para fines políticos es, según los autores, un fenómeno moderno que se ha desarrollado en tres momentos claves.
El fin del periodo otomano, a finales del siglo XIX, figura como antecedente del auge del sectarismo. Según Makdisi, después de cuatro siglos de reino en un territorio marcado por su diversidad étnica y religiosa, la decadencia del imperio es clave en la rearticulación de la sociedad otomana y en el repensar de la población “no-musulmana”. El siglo XX, en cambio, testigo de la descolonización y la implementación del Estado-nación, representa el fortalecimiento de las identidades étnicas en la región. La guerra de Irak en 2003 y la consiguiente intervención exterior, genera inestabilidad e inseguridad, desencadenando así la fragmentación del tejido social y político en Oriente Próximo.
Así, los factores históricos dan luz al proceso en el que las diferencias entre suníes y chiíes se recalcan. Dicho proceso se define por los editores –Nader Hashemi y Dammy Postel– como sectarización. El concepto diverge de la idea de sectarismo por no asumir una diferencia consustancial entre distintas identidades religiosas. Sin negar que existen diferencias teológicas entre suníes y chiíes, los autores defienden que el sectarismo es un lenguaje que encubre objetivos políticos movilizando marcadores identitarios religiosos.
La segunda parte del libro, dedicada a la ilustración de este concepto, ofrece ejemplos concretos de sectarización. Hilo Pinto, Al Rasheed, y Matthiesen describen cómo la diferencia sectaria ha sido una herramienta estratégica durante los levantamientos populares en el mundo árabe. Utilizando un discurso sectario, las élites políticas consiguen dividir los movimientos populares, apuntando a una “minoría” étnica-religiosa como defraudadores de un gobierno supuestamente legítimo. Así, pues, los levantamientos ven su espíritu colectivo y solidario decaer para dejar lugar a la división y la fragmentación.
El caso de Siria es el más reciente e ilustrativo. En las primeras revueltas de 2011, inspiradas por las de Túnez y Egipto, movimientos juveniles fueron arrestados por el régimen por pintar “al shaab yurid isqat al-nizam” (el pueblo quiere la caída del régimen). Cinco años más tarde, la sublevación colectiva ha sido, sin embargo, desmantelada. En el transcurso de los años, el discurso político del régimen ha etiquetado de forma sectaria la movilización civil: por un lado, los “suníes” que se convirtieron en sinónimo de terroristas y, por otro, “el resto”, que el régimen de Bachar el Asad trata supuestamente de proteger.
Aunque se analiza el proceso de sectarización desde una perspectiva nacional, cabe señalar la dimensión multifactorial que genera dicho proceso. Como expone Hilo Pinto, es importante tener en cuenta factores regionales e internacionales que exacerban las dinámicas sectarias nacionales. La rivalidad político-económica entre Arabia Saudí e Irán es, en este caso, demostrativa. Reformulada a través de un discurso sectario, esta rivalidad en vista del liderazgo regional, influencia, a su vez, los procesos de sectarización en países como Bahréin, Siria y Yemen.
En conclusión, desde una perspectiva multidisciplinaria y empírica, esta obra consigue desmitificar el sectarismo. Sigue siendo común dentro de las ciencias políticas y sociales considerar las diferencias sectarias como primeras causas de conflicto. Sin embargo, como se demuestra, las diferencias sectarias (como religiosas) aunque existentes, están sujetas a instrumentalización política. Los efectos del uso del sectarismo como arma política pone frenos al diálogo, divide la movilización social y deja como inevitable el choque de trenes. A través de los ejemplos que ofrece esta obra, está claro que el sectarismo tiene al final menos que ver con una diferencia consustancial religiosa y más con regímenes autoritarios que luchan por su dominio nacional y regional.