La actuación de Estados Unidos tras el golpe de Estado en Honduras y el acuerdo militar con Colombia han minado las expectativas de América Latina hacia Barack Obama. Desconfianza y división siguen siendo los principales obstáculos para una mayor cooperación.
El primer año de la administración de Barack Obama ha dejado claro lo difícil que será cambiar de forma significativa la relación entre Estados Unidos y Latinoamérica. En el mejor de los casos, serán necesarios años y modificaciones importantes en las políticas y actitudes tanto de EE UU como de la región.
Es posible que ningún acontecimiento desde la elección de John F. Kennedy en 1960 haya sido más celebrado en Latinoamérica o haya generado mayores expectativas de estrechar los lazos con Washington que la victoria electoral de Obama en noviembre de 2008. Sin embargo, un año después de asumir el cargo, la política estadounidense sigue siendo en gran medida la misma y resulta difícil señalar a algún país latinoamericano que tenga hoy una relación con EE UU mejor que cuando George W. Bush dejó el cargo.
El debut del presidente Obama en el divisivo mundo de la política continental «en el que prácticamente no tenía experiencia» fue la Cumbre de las Américas celebrada en abril de 2009 en Trinidad y Tobago, donde se reunió con los otros 34 jefes de Estado electos del continente. Y fue un buen comienzo. Obama aprovechó al máximo la reunión de dos días para demostrar sus aptitudes políticas y personales, así como su intención de cambiar la dinámica de los lazos de EE UU con América Latina. No presentó una visión grandiosa ni una nueva estrategia de la política de EE UU en el continente. En lugar de eso, prometió un cambio de estilo y de énfasis (fundamentalmente, un giro hacia el multilateralismo y…